El networking, definida quizá como la capacidad para desarrollar relaciones provechosas, rescata a las personas del caos reduccionista. Ayuda a reconstruir y a hacer las personas más eficientes, efectivas, con mayores capacidades. Yo abogo por la construcción sistemática de relaciones y redes, equipos multifuncionales, alianzas, sociedades externas, etc. No estamos solos. De hecho, un equipo es como una empresa en miniatura, porque crea las condiciones que capacitan a la gente. Transformarnos para mejorar la rapidez o la flexibilidad en la que actuamos nos permite crear una red de relaciones internas y externas sin costuras.
Nos cuesta, y no sé porqué no lo vemos. Seguimos duplicando inútilmente el esfuerzo, creando centenares de sistemas o procedimientos redundantes, seguimos sin utilizar bien la información, sin aprovechar el aprendizaje entre grupos, sin desarrollar un conjunto de valores unificadores y, por tanto, las relaciones con los clientes, proveedores, inversores u otros grupos externos siguen descoordinadas.
Apliquemos estos conceptos en relación a un posible ciclo de vida. Nacemos, o nos nacen. De niños, facilitamos y construimos nuestro networking de forma natural, con muy pocas barreras. Crecemos y, para gestionar la complejidad, incorporamos criterio y dirección, nos creamos estructuras funcionales, departamentos (demarcaciones), pero que con el tiempo crean (¿siempre?) cuellos de botella extremos y exponen nuevas vulnerabilidades. De hecho, siempre los muros altos debilitan la capacidad de tratar correctamente las crisis; pero aún así seguimos construyendo muros (¿por qué?). Seguimos creciendo, y quizá por haber gestionado mal ese crecimiento o por otras transformaciones personales, llega al momento de dividirnos. Nos reorganizamos creando centros autónomos y delegamos como posible solución para resolver muchos de nuestros problemas. Pero a la vez, abandonamos el networking y entramos en crisis. Intentamos crear puentes formales entre las diferentes divisiones o áreas claramente delimitadas (amigos, familia) que hemos construido. Lo que generalmente es formal también es rígido y casi siempre dura demasiado tiempo. Y eso es un problema (de hecho, yo siempre he preferido crear puentes informales). Aparece la crisis de sobrecarga (o el tío Sam con las rebajas) y decidimos reducirnos, dividirnos en partes, sesgando automáticamente algunas de las relaciones. O bien dejamos ir con dolor a las personas puente, o las retiramos forzosamente (com en el caso de separación o divorcio). Y gritamos a los cuatro vientos que no estamos preparados, reclamando tiempo para reconstruir nuevos puentes informales entre lo mucho o poco que nos queda.
Este es un posible ciclo de vida empresarial o, mismamente, nuestra propia vida personal. Es una cuestión de crecer y evolucionar, de vivir nuestras propias crisis y madurar. Como pasar de la integación de grupos al desarrollo de redes de equipos. Creo que nunca podré esforzarme lo suficiente para enfatizar la importancia de construir habilidades centradas en un networking inteligente y en una adecuada dirección de relaciones. Ayudar a crear un clima y contexto para capacitarmos a nosotros mismos y a los demás para construir y mantener las relaciones necesarias que necesitamos para vivir me parece una bonita misión. ¿Es la tuya quizá, también? ¿No has pensado en ello? ¿Todavía no lo has visto?